jueves, 7 de noviembre de 2013

La carretera - Cormac McCarthy



Título: La carretera
Autor: Cormac McCarthy
Publicación: Mondadori, junio de 2007
Páginas: 210


Una demoledora fábula sobre el futuro del ser humano, destinada a convertirse en la obra maestra del autor.
La carretera, novela galardonada con el premio Pulitzer 2007 y best seller literario del año en Estados Unidos, transcurre en la inmensidad del territorio norteamericano, un paisaje literalmente quemado por lo que parece haber sido un reciente holocausto nuclear. Un padre trata de salvar a su hijo emprendiendo un viaje con él. Rodeados de un paisaje baldío, amenazados por bandas de caníbales, empujando un carrito de la compra donde guardan sus escasas pertenencias, recorren los lugares donde el padre pasó una infancia recordada a veces en forma de breves bocetos del paraíso perdido, y avanzan hacia el sur, hacia el mar, huyendo de un frío «capaz de romper las rocas».

Mi experiencia con la novela

Algo de cierto debe tener la frase «Cuando el rio suena, agua lleva» porque no son pocas las veces que he escuchado hablar maravillas sobre el estadounidense Cormac McCarthy, considerado uno de los mejores novelistas contemporáneos y elevado al nivel de escritores de la talla Faulker y Hemingway.

La carretera, su décima obra galardonada en 2007 con el premio Pulitzer y convertida en un best seller internacional, es una novela inquietante e impactante de la que llama la atención la crudeza y desesperanza sobre la que el autor construye un mundo aterrador en el que la vida se confunde con la muerte, separadas apenas por un hilo invisible.

La historia nos sitúa en un paisaje adusto, desolador. La tierra ha sido prácticamente arrasada, el fuego ha teñido por completo su superficie de un color grisáceo. Las cenizas presentes en cada rincón conforman una vista de tristeza y aridez, la vegetación carbonizada supone apenas un ornamento inerte y la luz del sol se esconde bajo un manto de contaminación haciendo que un intenso frío inunde cada rincón. La vida prácticamente ha desaparecido, la comida y el agua escasean, no hay refugio seguro y los pocos hombres que han sobrevivido a la hecatombe se han convertido en un peligro extremo.

En este nuevo mundo, un padre y su hijo recorren una carretera norteamericana en dirección sur intentando acceder a la costa, donde quizás las cosas estén mejor. Quizás allí encuentren calor, alimentos, incluso gente parecida a ellos. Sus pertenencias caben en un carrito de supermercado y tienen muy presente que deben protegerlas. El hambre, el frío y los grupos caníbales que han surgido como consecuencia de la falta de alimento les acechan en cada rincón. Sin embargo, en esta lucha diaria, se tienen el uno al otro y la esperanza de encontrar un futuro menos abominable.

Sólo son dos los personajes anónimos que recorren esta novela. Un padre y su hijo de nueve años, cuyos nombres no llegaremos a conocer, y cuya relación marca sin duda el eje central de la novela. La existencia de cada personaje se cimenta en el otro. El hombre sólo se ve anclado al mundo por la existencia de su hijo, por garantizar su supervivencia obligado a ser egoísta, a desconfiar, a emprender ciertas acciones para conseguir su objetivo en contraste con la aún, y a pesar de todo, inocencia, candidez y compasión del niño que aún conserva intacta la generosidad y el amor al prójimo. El suicidio se plantea como una de las pocas posibilidades viables y una única bala espera en el cañón del revólver. Ambos intentan encontrar sentido para seguir viviendo a pesar de que ya no que queda nada ¿es viable la vida en esas condiciones? ¿Tiene sentido seguir luchando hasta la extenuación cuando ya no hay recompensa?



Otro de los principales temas que plantea la novela es la naturaleza del ser humano en condiciones extremas. Hasta donde podemos llegar siguiendo nuestro instinto de supervivencia, que actos son los permitidos y cuáles no en una situación de alerta máxima, donde está el límite que uno nunca debe franquear para defenderse y luchar. En la novela se nos proyecta de dos formas antagónicas. El pesimismo del padre que desconfía de todo el mundo y que incluso está dispuesto a matar con la esperanza que representa la actitud del niño que nos hace cuestionarnos si no todo está perdido.

La carretera no es una novela que se pueda leer con levedad. Es un relato oscuro, descarnado y pesimista. La prosa de McCarthy se caracteriza por la sobriedad, por la sencillez de su arquitectura, concisión, frases cortas y contundentes que nos van construyendo imágenes como fogonazos en la mente de todo lo que rodea a los protagonistas. A pesar de esto el vocabulario esta elegido de forma selecta y en un par de ocasiones he tenido que hacer uso del diccionario, elemento al que no recurría desde hace años mientras leía un libro. Está narrada en tercera persona y donde los diálogos (que incluso carecen de guión) se limitan a pequeñas parcelas donde los personajes no dan rienda suelta a su verborrea. Existe en ella una total ausencia de elementos prescindibles de forma que no hay descripciones ni ornamentos pero es efectiva, intensa y profunda. Su autor no calibra, no juzga, sólo plantea de forma que proporciona al lector las herramientas básicas para que él mismo reflexione.

En ella no existe la división en capítulos sino que conforma un relato único que invita a leer por el ansia de conocer qué futuro incierto les depara a los desafortunados personajes, por saber qué peligro les acecha en el siguiente tramo de la carretera, desvelar si soportarán el frio, encontrarán comida,  si llegarán al sur (su objetivo) o serán atrapados por un grupo de los “malos” como ellos los llaman. También nos interesa si el autor nos contará que ha pasado en la tierra y como fueron sus vidas antes de ello, dos aspectos que solo resuelve a través de unas leves pinceladas en las que nos muestra el pasado. McCarthy crea momentos de tensión que combina con otros más emotivos donde conocemos la naturaleza de los personajes y ese vínculo de amor que les sostiene y les mantiene con vida.

Tras tanto pesimismo y oscuridad el lector va presintiendo un desenlace fatídico que si en cierto modo resulta descorazonador también deja abierta una puerta a la esperanza.

Esta novela no está concebida para curiosos o aquellos que quieran dejar atados cada una de las situaciones que plantea la novela.  Desde su comienzo la tierra ya se ha convertido en un paraje inhóspito sin desvelar que es lo que ha provocado esta situación. Si es cierto que ofrece al lector ciertos elementos para que elucubre, imagine, intuya pero al final no llega a ser tan importante el origen del desastre como sus consecuencias.

A pesar de esa concisión y desnudez en cuanto a adjetivos y descripciones llama la atención la excelente ambientación que encontramos en la novela y la facilidad con la que se forman las imágenes en la mente del lector. La escenificación resulta asfixiante y opresiva. Un tono plomizo que abarca hasta donde alcanza la vista, la ceniza lo inunda todo, hogares abandonados, cadáveres carbonizados o putrefactos, arboles abrasados, basura, los personajes sucios y mugrientos cubiertos con capas y capas de mantas, las escasas pertenencias en un carrito de supermercado a lo largo de una carretera que en algunos tramos se derrite. La escasez de diálogos acucia el sentimiento de soledad que se cierne sobre los protagonistas, aislados del resto del mundo, en constante alerta y desesperanzados.

Conclusión

La carretera es un libro que puede gustar o no pero sin duda, no dejará indiferente a ninguno de sus lectores. Yo, sin duda, os animo a conocer esta historia post-apocalíptica, dura, árida, cruda que simboliza la verdadera naturaleza del ser humano.



Por cierto, también existe una versión cinematográfica estrenada en 2009 que se corresponde con las imagenes que he seleccionado.